Texto: Maria Azanza | Foto: Rodrigo Ibarra
Hay lugares en la Tierra, que te marcan, en los que tal vez creciste, o tienes buenos recuerdos para contar, un lugar que cambia, evoluciona, crece, pero en el fondo siempre es del mismo color. En este viaje, es morado, rojo, naranja; como sus atardeceres, azul y verde como su mar.
Siempre que volvemos a Guadalajara, tratamos de visitar alguno de esos pueblos o ciudades en los alrededores. Están tan cerca y tan llenos de magia que no te los deberías perder; sea Tapalpa, Tlaquepaque, Chapala, o hasta Barra de Navidad. Esta vez le tocó a Puerto Vallarta. Y vaya que nos fue bien.
Primero la carretera, es todo un espectáculo natural, de pinos que se convierten en selva. Verás el Cerro de Tequila, barrancas, ríos y después la costa, con densa vegetación y árboles enormes.
La primera noche la pasamos en Sayulita, surfers’ town entre las montañas y el mar, donde he visto los mejores atardeceres – y las fotos de este viaje, no me dejarán mentir -. Fue bueno regresar y estar en el lugar que nos hizo darnos cuenta que queríamos vivir junto al mar. En esta ocasión en lugar de una casita de campaña y todo el camping set, cómodamente en un depa en la montaña.
La noche a la espera del huracán Jova, que llegó muy leve a las costas de Nayarit, solo lluvias ligeras para acompañar excelentes pláticas, muchas nubes para pintar el cielo y por supuesto olas para deslizarse sobre el Pacífico.
Al día siguiente recorrimos la carretera que antes conectaba y ahora une totalmente Punta Mita, La Cruz, Bucerías, Nuevo Vallarta y el Centro de Vallarta. El crecimiento es notable y no puedo no pensar en compararlo con otros destinos turísticos en unos años.
Paseamos por el malecón, que está a punto de quedar listo con modificaciones a su estructura, caminamos por el puente que cruza el Río Cuale y disfrutamos del mar y un ceviche delicioso en la Playa de los Muertos. Por todas las callecitas que pasábamos un recuerdo me abordaba. De arriba abajo del cerro, en cada esquina y de punta a punta de la Bahía.
La mejor parte del viaje: la compañía, buenos amigos – y la vista desde la terraza del lugar donde nos quedamos en Vallarta. En pleno centro, a escasa distancia del mar y sobre las montañas, ubicación que nos permitió traernos de recuerdo estas buenas fotos de la costa de Puerto Vallarta en pleno mediodía y al atardecer.
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