Benvenuti Compadre

Intercambio de gustos, modismos y costumbres mexicanas con los del otro lado del charco.

As published in: Ecléctica Magazine, 2008

By: Maria Azanza

Si nunca has visto un italiano que acompañe sus pizzas con un chile habanero a mordidas, festeje su cumpleaños con mezcal en mano, disfrute de la vida en una hamaca oaxaqueña y prefiera un espresso de cosecha chiapaneca… ¡Benvenuti carnales a esta tierra del sur!  Donde te darás cuenta que el inglés no es tan universal como pensabas y que muchas veces es mejor usar nuestro tan florido y jugoso castellano mexicano.

Estás parado en La Quinta, más allá de la Constituyentes y a tu alrededor escuchas conversaciones en los más variados idiomas, de la mayoría no entiendes nada, pero hay otras que por ahí alcanzas a captar algo… una entonación particular y palabras similares te confirman que es italiano.  Una vez que lo identificas y te familiarizas con él, te das cuenta que no es sólo uno, sino muchos, o casi la mayoría de los cotorreos, en los que se parla esta lengua.

Nos hablan de la Riviera Maya y de Playa del Carmen y lo primero que nos llega a la mente es el mar azul, cenotes, ruinas arqueológicas y mucha fiesta, pero no nos damos cuenta que aquí se gesta  -desde hace varios años-  una sociedad que intercambia y adopta gustos, modismos y costumbres de hasta el otro lado del charco con los de los mexicanos, para crear una pequeña Italia fuera de Roma, el Coliseo y la costa Mediterránea.

¿Qué es lo que los trae a México, en especial a Playa?  ¿Será que tenemos en común más que los colores de nuestras banderas?  Gritan por las calles igual que nosotros; de banqueta a banqueta, del balcón a la esquina y desde la moto andando hasta la mesa del que come; somos amantes de la buena cocina, valoramos un rato en familia, los buenos compas son como hermanos y se apasionan con el fútbol tanto como los “mexas”  – cuando Italia quedó campeón del mundo hace unos años, la multitud bloqueó el tráfico en la Avenida 10 y luego una marabunta de gritos, trompetas, playeras azules y banderas tricolor recorrió varias calles hasta llegar a Mamita’s meterse al mar y festejar como en la Minerva o el Ángel.

Los habitantes de la bota europea son un pueblo de migrantes que sobre La Quinta identifico por sus sofisticados zapatos y sus grandes gafas, o las erres marcadas cuando hablan español, los shorts cortitos para las buenas piernas de ellos y los pequeños bikinis para las bellisimas chicas.

La mayoría llegaron solos a Playa hace más de una década.  Unos ya conocían y a otros se los habían platicado, pero todos veían en el pequeño pueblo pesquero una vida tranquila, una nueva oportunidad, una chance para volver a empezar.  Algunos venían con los euros listos para invertir, otros llegaron con poco en la bolsa pero en muy buen momento, justo cuando apenas empezaba a girar la energía del karma de Playa.

Ahora, pasados los años, a muchos estas tierras les dieron frutos: hoteles, lavanderías, restaurantes, departamentos y pizzerías que les permiten disfrutar de la vida tranquila del México junto al mar y aunque probablemente no son las prestigiadas marcas italianas, en este pueblo son igualmente reconocidas y recomendadas.

A otros, como todavía pasa, con todo aquel que le juega sucio a los Mayas y los aluxes, los expulsaron de regreso.

Los que se quedaron, quieren a Playa con todo el corazón, unos hablan español perfectamente y otros aún intentan.  Su color de piel se ha vuelto marrón obscuro y varios cambiaron el carnet de la Unión Europea por un IFE de los Estados Unidos Mexicanos.

En fin, su presencia es un referente inconfundible de la esencia de este lugar:  las motonetas circulan por las calles y por la playa, los bronceados espectaculares de la costa europea sobresalen en este caleidoscopio social.  Las pizzas de costra delgadita se convierten en un must de las visitas a Playa: el pan de todos los días de los que vienen cortos de lana, un tentempié veloz camino a Mamita’s o un buen monchis a la salida de la fiesta, aún cuando tengas que hacer cola de hasta 15 o más personas para saborearla.

En agosto de cada año, la Riviera Maya se convierte en una pequeña urbe romana.  En ésta que después del Distrito Federal, es la segunda comunidad italiana más importante de nuestro país y en donde, el Ferreagosto messicano se celebra con conciertos, muestras de cine italiano, pizzas de más de 500 metros de largo y sobre todo con un constante desfile de moda urbana.  Año Nuevo no se queda atrás y la fiesta va doble; a las cinco de la tarde por la diferencia de horario y a la media noche para no dejar abajo a los nuevos compatriotas.

En fin, las estadísticas hablan por sí solas.  En el 2007 el número de visitantes ascendió a 170 mil y se calcula que hay más de 12 mil ítalos establecidos a lo largo de la costa del Caribe mexicano[i], y no me queda la menor duda que siguen llegando para quedarse.  Aunque estén a miles de kilómetros de casa y probablemente hayan llegado totalmente solos, una vez que están aquí y encuentran tantas similitudes con su cultura, la soledad no es un sentimiento que los afecte, aún cuando la relación más palpable con lo que sucede en su tierra, continúe por medio de “Il sole d’ Italia”, el único diario italiano editado en México, en Playa del Carmen y las tan esperadas visitas de familiares y amigos.


[i] COCOM, Eduardo.  “Italianos a la mexicana: entre la pizza y el mole”, en Periódico Novedades Quintana Roo, 20 de Enero de 2008


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